Hoy en el día de San Valentín os quiero dar las gracias y felicitar por lo bien que lo estáis llevando y el esfuerzo que estáis haciendo durante todo este curso marcado por la pandemia.
Soy consciente de que estáis
viviendo momentos de incertidumbre y que muchas veces nos podemos sentir algo
desanimados y por eso un mensaje de ánimo y de cariño os quiero enviar.
Os mando toda la fuerza y la
ilusión de la que soy capaz.
Estoy seguro de que a pesar de
las dificultades que tenemos, cosas buenas seguro que están por venir para
todos. Además os comento que una de las claves más importantes para avanzar y mejorar
en la vida es descubrir nuestros talentos y poderlos compartir con los demás y
todo ello impulsado por la fuerza del amor.
Y es que el amor siempre vence ¡¡
Por eso con coraje todo se
alcanza y la esperanza siempre avanza con el amor que encontraréis en vuestro
corazón. Es allí es donde está vuestro verdadero tesoro, el mejor regalo para
el mundo que nos hace brillar y hacer brillar a otros y eso os hará más
felices.
Os quiero transmitir optimismo y
valentía para luchar por vuestros sueños; merece la pena trabajar para
convertirlos en algo real.
Y creo que no tenemos que esperar
mucho, desde hoy ya podemos dar pequeños pasos para mejorar las pequeñas y las cosas
cotidianas que hacemos cada día. Y es que todo irá mejor si le ponemos más
ganas, más amor a todo lo que hacemos.
Si hacemos las cosas con Amor, todo saldrá genial.
Siempre es buen momento de
abrirnos y expresar todo el amor que llevamos dentro y que nos hace más libres,
mejores personas y poder compartir con los demás todo lo bueno, especialmente
nuestro tiempo y nuestras ganas de vivir.
Para terminar me gustaría daros a
todos un buen abrazo virtual y os dejo este cuento que me he inventado y que se
llama: el amor siempre vence. Espero
que os guste.
Y sucedió que un buen día, Pedro
ya no quería ir al instituto, estaba deprimido y aburrido y su vida se estaba
convirtiendo en algo gris. Estaba cansado de soportar a sus padres, a sus
compañeros, a sus profes y en definitiva estaba harto de todo el mundo.
Últimamente había suspendido
varias asignaturas y eso le había provocado una caída general en su estado de
ánimo del que todavía no se había recuperado.
Y es que Pedro estaba en una
etapa difícil y complicada de su vida en el que pensaba que las cosas que hacía
no merecían la pena, sentía mucha ira y rabia por todo lo que tenía alrededor y
era rara la ocasión en el que aparecían en él emociones de alegría.
Pedro sentía que su vida era un
asco, no era nada feliz, quería escapar de todo pero no sabía cómo salir de
aquella situación.
Sobre todo el faltaba confianza y
autoestima por la incertidumbre que tenía, porque no sabía lo que quería hacer
en su vida, estaba disperso y no era capaz de focalizar su atención en algo
positivo y concreto, algo por lo que estuviera dispuesto a luchar y esforzarse.
En las últimas semanas Pedro les
preguntaba muchas veces a sus padres por su futuro:
-¿A que me voy dedicar en el
futuro?, les decía Pedro a sus padres.
-Ahora no te preocupes, lo que
tienes que hacer es aprobar y luego ir a la Universidad dentro de un par de
años, comentaba la madre de Pedro.
-A ver si te vas a dejar algo
para el verano y encima nos amargas las vacaciones, hijo tú estudia que es lo
que tienes que hacer, repetía su madre una y otra vez.
A Pedro no encajaban el mundo que
tenía a su alrededor, ya no le gustaban las conversaciones de sus compañeros de
clase, estaba asqueado de hablar siempre de fútbol y de sexo.
Cada vez estaba más sólo y su luz
apenas podía brillar.
En casa las cosas tampoco
acompañaban debido a las dificultades económicas y el estrés familiar para
llegar a final de mes.
Ese año estaba siendo muy duro
para todos y Pedro no sabía lo que podía hacer.
Por la noches, Pedro se ponía a
llorar al acostarse, sobre todo cuando no le oían sus padres.
Sentía mucha impotencia por
aquella situación. Sobre todo sentía amargura, frustración y decepción en su
corazón. Se había convertido en alguien que no quería ser y eso le angustiaba y
le producía mucho dolor.
Un día en casa con sus padres y
en mitad de la comida, Pedro explotó:
-“Estoy harto, ya no puedo más”,
les dijo Pedro a sus padres muy enfadado.
-“Ponte las pilas, estudiar es lo
que tienes que hacer. Mira tu padre cómo está por no haber ido a la
Universidad”, comentaba la madre de Pedro con la voz desgarrada.
-“Pues estoy harto y no voy
estudiar”, comentó Pedro. A continuación se levantó de la mesa y se marchó a su
habitación dando un buen portazo.
-“Se le pasará el cabreo”,
apuntaba el padre de Pedro.
En la habitación Pedro se puso a
llorar y mientras escuchaba la radio poco a poco fue recuperando la calma.
-¿Qué vamos a hacer?, comentaban
angustiados los padres de Pedro.
Y es que esos momentos en la casa
de Pedro se habían levantado varias preguntas:
-¿Dónde estaba la alegría que
tenía Pedro tan solo hace varios meses atrás?
-¿Dónde estaba el cariño de sus
padres?
-¿Qué estaba pasando en aquella
familia?
-¿Qué estaba fallando?
Un día ocurrió que Pedro estaba
en clase y se desmayó, se había quedado inconsciente y al caerse al suelo se
había golpeado la cabeza.
Todo el mundo estaba muy
preocupado y mientras estaban avisando al servicio de emergencias 112, Pedro
abrió los ojos, recobró el conocimiento y volvió a la normalidad.
Habían pasado apenas 5 minutos y
cuando despertó vio a todo el mundo a su alrededor.
Todos le estaban animando.
Pedro ser sentía muy aliviado, se
había quedado en un simple susto.
Lo más importante de todo fue que
mientras estaba inconsciente había tenido un sueño y todavía podía acordarse de
ese sueño, que no entendía muy bien.
Soñó que estaba en clase como un
día normal, pero que en ese momento se había cruzado la mirada y la sonrisa de
Marta, una compañera de su clase.
Entonces Pedro se había atrevido
a quedar con Marta para tomar un café en el recreo y ella había aceptado.
Y esa decisión y acción que tomó
le había cambiado la vida.
En aquel recreo las palabras, la
energía y el apoyo de Marta habían comenzado a transformar a Pedro, algo había
sucedido dentro de su corazón, se había producido una rendija y ahora la luz de
su alma comenzaba al fin a salir.
La amargura se había convertido
en algo dulce, grande, capaz de sentir y de perdonar. Ahora Pedro sentía paz y
amor en su corazón.
-¿Qué había pasado? ¿Había sido
un milagro?
Y ese día Pedro aprendió la mejor
lección de su vida y aplicando esa lección, las cosas empezaron a cambiar y
mejorar en la vida de Pedro.
Ahora Pedro, por fin había
aprendido que lo más importante en la vida era vivir con amor y que el amor
siempre vence.
Y colorín colorado, este cuento
se ha terminado.
Gracias de corazón ¡¡
Se os quiere:
ELOY RUBIO ARANDA (Profesor de Física y Química)