Esta semana, quiero hablaros de aprender y enseñar a pescar.
Sin duda, podemos ser más felices y hacer felices a los demás si aprendemos y
enseñamos a pescar.
Pero, qué queremos pescar?
Os pongo algunos ejemplos: podemos aprender y enseñar a
pescar para tener sabiduría, fortalecer la fe, cultivar la esperanza, vivir en
paz y crecer en el amor. Porque no se trata solo de aprender a pescar para
nosotros mismos, sino también de enseñar a otros, de ayudarles a encontrar y
cosechar los verdaderos tesoros de la vida.
Sabemos que no es una tarea fácil. “Brilla en las tinieblas
como luz para los rectos” (Salmo 112:4).
Necesitamos desarrollar las habilidades y destrezas para
pescar esos tesoros. Y solo aquellos que han aprendido a ver con los ojos de la
fe, a sentir con el corazón y a pensar con sabiduría, logran una pesca
abundante. Son quienes se atreven a pescar donde los demás no pescan, los que
confían en Dios y ven con los ojos del alma.
Porque los verdaderos tesoros no están en lo material ni en
lo superficial, sino en los valores eternos: el amor, la fe, la esperanza, la
paciencia, la misericordia y la paz. Estos valores no tienen precio ni están a
la venta.
Hablamos de gestos tan sencillos y a la vez tan poderosos
como una sonrisa sincera, una caricia que consuela, un abrazo que sana, la
ternura de un padre y una madre, el valor de la familia y el talento puesto al
servicio de los demás.
Me viene a la mente una frase de Will Smith que ilustra esta
idea:
"Quiero hacer el bien. Quiero que el mundo sea mejor
porque yo estuve aquí. Quiero que mi vida, mi trabajo, mi familia, signifiquen
algo. Si no estás haciendo que la vida de alguien sea mejor, entonces estás
desperdiciando tu tiempo."
Por eso, necesitamos aprender y enseñar a pescar, sobre todo
aprender y enseñar la verdadera felicidad: aquella que proviene de servir, de
amar y de entregar la vida con generosidad.
Se trata de crear una escuela de pesca donde se aprenda el
arte de vivir, donde el foco esté puesto en la felicidad que nace de Dios.
“Dichoso el que teme al Señor y se complace en sus mandamientos” (Salmo 112:1).
Aprender y enseñar a pescar es nuestra misión en la vida.
Somos maestros y discípulos, aprendices y guías en el camino del Señor.
Por eso, sin duda, la educación y la formación en valores es
la herramienta más poderosa para cambiar el mundo.
Aprender y enseñar a pescar es dar lo mejor de nosotros
mismos: nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestra dedicación y trabajo. Es
descubrir el talento que Dios nos ha dado y ponerlo al servicio de los demás,
especialmente de los más necesitados.
Es dejar que nuestra luz brille para iluminar a otros y
enseñarles a descubrir la suya. Jesús nos dijo: "Vosotros sois la luz del
mundo" (Mateo 5:14).
Es practicar lo que predicamos, experimentar lo que aprendemos, y sobre todo, vivir con un propósito: ser pescadores de hombres, como Jesús nos enseñó (Mateo 4:19).
Para terminar, quiero recordarte que tenemos un reto por
delante: aprender y enseñar a pescar, a impulsar una nueva escuela de vida
donde el amor sea la brújula y Dios el motor. Sin miedo, con valentía, con fe y
siempre movidos por la fuerza del Amor de Dios.
"El justo no temerá las malas noticias; su corazón está
firme, confiado en el Señor" (Salmo 112:7).
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